En 1967, los sonidos y la cultura de la India estaban de moda en el mundo de la música. Así que, el sello discográfico de Jimi Hendrix pensó que sería una gran idea retratarlo a él (y a la Experience) como una deidad india, logrando así enfadar tanto a Jimi, quien lo consideró insensible hacia su herencia nativa americana, como a la comunidad hindú que lo vio como una blasfemia. A pesar del contratiempo, aún así se convirtió en una de las representaciones más icónicas de Hendrix y desde entonces ha sido inmortalizada en camisetas, carteles, tazas de café e incluso calcetines.