Esta botella de 8 oz de miel de flores silvestres de Florida es ligeramente radiactiva (aproximadamente tanto como la mitad de un plátano) y se ha rastreado directamente hasta las pruebas de armas atómicas. Desde la primera explosión atómica en la Prueba Trinity de 1945, miles de detonaciones nucleares sobre el suelo han dispersado un isótopo radiactivo único, llamado cesio-137 (Cs-137), por todo el mundo. Transportado por el viento y la lluvia, esta precipitación ha infiltrado suelos lejos de los sitios de prueba originales, incrustándose silenciosamente en el medio ambiente. La solubilidad furtiva del Cs-137 en el agua le permite deslizarse en las plantas, que lo confunden con potasio, un nutriente vital. Esta contaminación llega al néctar de las plantas, que las abejas cosechan para elaborar miel. Estudios recientes revelan que incluso hoy en día, pequeñas cantidades de Cs-137 continúan circulando a través de los ecosistemas, particularmente en la costa este de los EE. UU., lejos de los sitios de prueba desérticos y oceánicos.