¿Quién puso a esas pobres ratas acuáticas en una situación tan imposible que parece tan contraria a su naturaleza? Debemos protestar porque casi se siente apenado por su situación si se tiene en cuenta que se encuentran en un entorno completamente desconocido, lejos de su hábitat natural: vuelan en lugar de nadar, nubes en lugar de olas, aire en lugar de agua. No sabemos si se han vuelto apáticos por pura desesperación o si simplemente ponen las manos en sus regazos de manera estoica y siguen lo que sucede; sus expresiones faciales no proporcionan ninguna información sobre su mundo emocional. Pero una cosa es cierta: si a estos majestuosos señores no les hubiera gustado quedarse a esa altura vertiginosa, sin duda se habrían lanzado al mar debajo de ellos... y, por lo tanto, asumimos que no se trata de una situación peligrosa, sino de un viaje normal entre colegas.