¡Qué grande fue la alegría cuando sacamos la caña del agua y quedamos deslumbrados por el esplendor de colores de esta rara especie de pez! Sus escamas coloridas se asemejan al atuendo festivo de un rey, o incluso a una joya reluciente. La expresión amistosa de su rostro transformó de inmediato cualquier ambición dañina de nuestra parte en una sumisión ferviente, tan desarmador era su encanto, especialmente porque la naturaleza metálica del pez real lo habría hecho sin duda incomible. Así que en su lugar hicimos amistad con él y nos acompañó en más de un viaje, hasta que decidió seguir su propio camino; le ofrecemos aquí la oportunidad, aunque nos entristezca. Para un pez, moverse en tierra es difícil, por lo que lo hemos equipado con un motor de cuerda.