Traducido por Constance Garnett con una introducción de A.D.P. Briggs. En 1869, un joven ruso fue estrangulado, disparado en la cabeza y arrojado a un estanque. ¿Su crimen? El deseo de abandonar a un pequeño grupo de revolucionarios violentos, del que se había distanciado. Dostoievski toma esta catástrofe de la vida real como el tema y la culminación de Demonios, un título que hace referencia a los propios jóvenes radicales y también a las ideas materialistas que se apoderaron de la mente de muchos pensantes de la sociedad rusa de la época. Los retratos satíricos de los revolucionarios, con su ingenuidad, su absurda determinación y su disposición al asesinato y la destrucción, pueden parecer exagerados, si no tenemos en cuenta sus descendientes, demasiado reconocibles en el mundo real desde entonces. La figura clave de la novela, sin embargo, va más allá de la política. Nikolay Stavrogin, otro producto del racionalismo desenfrenado, ejerce su carisma con una autoridad despiadada y una amoralidad total.