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Con una pasión por la creatividad y la Palabra de Dios, miré un calcetín y le pregunté a Dios: «¿Cómo pongo un verso en un calcetín?» Tan pronto como se me ocurrió la idea, llamé a mi amiga Jill y le dije: «¿Te parece una locura? ¿Y si pongo el versículo al final y a donde quiera que vayas durante todo el día te quedarías de pie con la Palabra puesta en pie?»
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