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Nunca he querido dejar de tener a Sante Grace. He sido más alta y ancha que otras chicas desde que tengo memoria, y nunca estuve de acuerdo con eso. Hice mi primera dieta autoimpuesta a los 10 años. Recuerdo haber trabajado en una tienda de tallas grandes y tenía un cliente en el probador. Cuando pasé por el probador pude oírla llorar suavemente. Estaba a punto de preguntarle si estaba bien cuando un miembro mayor del equipo de ventas sacudió la cabeza y cogió un pañuelo de papel que había detrás de un mostrador. Metió la mano detrás de la cortina del vestidor y luego se fue. Más tarde, el cliente salió del probador, compró algunas cosas y se fue. Nadie habló de su mal maquillaje ni de los sonidos que habíamos escuchado. Mi colega me dijo que esperaba que los clientes sollozaran de vez en cuando; se sentían humillados porque la ropa no les quedaba bien. Estaba enfadado. Me invadieron tantas emociones que no sabía qué hacer, excepto que sería yo quien pusiera fin al llanto en el vestuario. Ir de compras debería traerte alegría. Debe ser divertido. Creativo pero nunca humillante. Así que eso es lo que hace Santa Grace. Fabricamos ropa que permite a las mujeres de talla grande vivir la vida que se merecen. Nuestras prendas están confeccionadas con tejidos de lujo como seda, lino, cachemir... y lo más importante es que acabamos con el llanto en el vestuario.
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