Cuando era una niña pequeña creciendo en la ciudad de Nueva York, mi mamá a veces se vestía solo para hacerme reír. Tenía una manera de convertir los momentos cotidianos en algo teatral: se ponía un pañuelo, se pintaba los labios y se ponía unas gafas de sol rojas inolvidables que había comprado en las calles de Manhattan a finales de los años 70. Eran de un rojo de camión de bomberos, con lentes redondos y grandes y patillas de cadena suave que terminaban en discos rojos audaces, balanceándose como pendientes. Yo miraba, completamente fascinada. Y cuando ella no miraba, me escabullía a su tocador, las sacaba y me las probaba. Así, me sentía transformada: glamurosa, juguetona, poderosa. Años después, mientras empacábamos para mudarnos al extranjero, vi esas mismas gafas de sol tiradas en una caja de donaciones. Mi corazón se hundió. No podía dejarlas ir. Las guardé en silencio como un secreto, un pequeño trozo de magia que no estaba lista para perder. Después de que mi matrimonio terminó, mientras criaba a un niño pequeño y reconstruía mi vida, encontré esas gafas de nuevo.
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Cuando era una niña pequeña creciendo en la ciudad de Nueva York, mi mamá a veces se vestía solo para hacerme reír. Tenía una manera de convertir los momentos cotidianos en algo teatral: se ponía un pañuelo, se pintaba los labios y se ponía unas gafas de sol rojas inolvidables que había comprado en las calles de Manhattan a finales de los años 70. Eran de un rojo de camión de bomberos, con lentes redondos y grandes y patillas de cadena suave que terminaban en discos rojos audaces, balanceándose como pendientes. Yo miraba, completamente fascinada. Y cuando ella no miraba, me escabullía a su tocador, las sacaba y me las probaba. Así, me sentía transformada: glamurosa, juguetona, poderosa. Años después, mientras empacábamos para mudarnos al extranjero, vi esas mismas gafas de sol tiradas en una caja de donaciones. Mi corazón se hundió. No podía dejarlas ir. Las guardé en silencio como un secreto, un pequeño trozo de magia que no estaba lista para perder. Después de que mi matrimonio terminó, mientras criaba a un niño pequeño y reconstruía mi vida, encontré esas gafas de nuevo.